jueves, 1 de marzo de 2012

Silencio de amor...


El cine francés no deja de sorprenderme. Esta última película que hace ya una semana que ví, es una pequeña obra de arte, un pedacito de cielo, una historia alegre, centrada en la vida de un hombre bueno, simpático, afable y trabajador, con una serie de personajes bien trazados y agradables que, cual satélites orbitan alrededor de él.


No he escrito esta entrada hasta ahora porque a veces una película me recuerda a un buen café. No sólo cuenta el sabor del momento, sino el poso que queda, el sabor de boca, una vez acabada la taza…Que pasado un poco de tiempo resulta mucho más dulce o por el contrario, amarga…



La cinta comienza como una más; fácil, de ésas que se dejan ver y te permiten pasar un rato entretenido, lo cual, hoy por hoy es todo lo que cada fin de semana pido a una película, nada complejo ni intelectual, nada excesivo ni largo, sino algo trivial y ameno sin más. Así que si bien la cinta prometía en sus primeros minutos, el guión, como en las mejores obras, fue adquiriendo profundidad y encanto por minutos. La vida del personaje principal con una familia peculiar y simpática, un grupo de amigos que disfruta del famoso “savoir faire” francés, que tan bien saben vendernos desde el país vecino, con el amor en todas las variantes posibles presente, desde el amor filial y fraternal, a los amigos, e incluso a los extraños, y lo enriquecedora que resulta gracias a ello la vida de los demás.


Las raíces lejanas, el poético exilio, y al mismo tiempo, la nueva patria, en la que los personajes viven de forma integrada y cómoda; el contraste con la nueva generación, que ya no siente suyas las raíces de sus mayores, ni siquiera conoce bien el idioma, y el país que los suyos aman les resulta ajeno y extraño.

Una vida compleja y completa, con la música de dulce acompañante y que por diversas razones se mezcla continuamente con la vida del actor ( maravillosa canción la que da título a la película) –eso sí-el nombre francés de la cinta es otro. Y la tarantela, como eje central que da un ritmo propio y singular a toda la acción desarrollada y con un tono dinámico. Así el silencio pocas veces forma parte de la vida del protagonista que llena su vida y su trabajo con la música y la cultura que esta entraña.


La ciudad, Estrasburgo, telón de fondo con encanto y además la película hace partícipe al espectador de la forma de vida cotidiana allí. Y como en la vida real, el fin de semana sirve de punto y  aparte para la vida diaria de los personajes con el fabuloso campo francés como telón de fondo.

Y los fantasmas rodean la película. De una manera amable están presentes en cada momento en la vida de los personajes, sobretodo del protagonista, que no parece estar preparado para dejarlos ir, y así le acompañan a cada paso de su vida…Y su presencia, sin embargo, resulta natural, como una parte más de la vida…

Este hombre, generoso y paciente al extremo, encuentra no obstante su recompensa a lo largo de la película, que desborda alegría y optimismo y luz a raudales, casi contagiosa…

Así que nada más queda por decir esta obra está, bien dirigida, fotografiada e interpretada. Un placer verla.

Un beso. Lola




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